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Testimonios sobre El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince


Lo que he sentido

Marta Elena Bravo

Héctor amigo querido:

No puedo cerrar la última página  de tu libro, pues tengo un deseo enorme de que sepas que me siento a tu lado. La imagen de tu papá, el nombre de tu padre, no podrá ser el olvido. Tu palabra salida de lo más hondo de lo humano, del hijo que tanto lo amó y que tanto fue amado por él, queda siempre. El recuerdo nos preserva de la muerte que es el olvido.

Ese 25 de Agosto estaba yo en un Seminario en Buenos Aires, Argentina. En el intermedio, una compañera salió a la calle Florida y regresó con la noticia que había oído de la muerte de tu papá y de Leonardo. No pude dejar de llorar en el tiempo que restaba de la conferencia. Los compañeros de varios países me escribieron todos palabras de dolor y de solidaridad por esos dos seres, mis compatriotas que tanto me dolían  que habían sido tan duramente asesinados. Muchos de ellos, argentinos la mayoría y uruguayos, estaban llorando a sus muertos todavía, aunque con la esperanza de vivir por fin la democracia con el gobierno de Alfonsín en Argentina.

Les comenté que la muerte de esos dos seres tan significativos era declararle la muerte al corazón más noble del país que ellos representaban. Con dolor hemos sido testigos de que esa señora muerte sigue llevándose todo lo bueno que en nosotros topa... lo que no se lleva son esas palabras profundas, porque nacen de adentro, de la sinceridad y la sensibilidad de tu escritura. Tienes una aliada, una cómplice, en quien has hecho resonar tu dolor, que es expresión de lo más hondo de lo humano. Pero lo mismo que tú, mis recuerdos entran en armonía con los tuyos porque estamos vivos y yo a esta edad de mi vida, un año más tengo de los que tenía tu papá ese triste día de agosto que desapareció, he aprendido como me lo enseñó también mi padre, que amó  asimismo, el arte, la música, la enseñanza, que uno se tiene que morir de vida y no de muerte, y ese responderle a la vida ,como le respondió tu padre, es lo que nos salva del olvido que seremos.

Esta noche interrumpí un rato la lectura de tu libro para oír la música de la Orquesta de Cámara de Budapest que se presentó en el Teatro Metropolitano. Todavía conmovida oyendo las notas de esa hermosa Sinfonía Sencilla para cuerdas de Britten y las Danzas Rumanas de Bela Barok que nos muestran esa otra cara del hombre, que no es la mueca terrible de la violencia, pues es la creación, que tanto te impulsó tu padre y con la cual tú perpetúas su memoria, te doy desde aquí, desde la habitación en que trabajamos Michel y yo que tanto te apreciamos, un abrazo que es compañía. Porque me hiciste sentir que te acompañaba mientras leí tu libro ya que fue escrito con amor y con dolor. Y sobre todo con esa sangre que  también fue la de tu padre que ya no es muerte, sino que brota permanentemente del corazón para alimentar la vida, que él, que tú, que nosotros, tenemos que alimentar, mientras tengamos viva la memoria de estos que con su presencia no permiten que seamos olvido.

Recibe con mi estrecho abrazo, el cariño y la amistad que quiero que sientas en esas lejanías, mientas te lo expresamos aquí,

Marta Elena Bravo
Medellín, Noviembre 2 del 2006