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Revista de Libros
No. 9  l  Octubre 2006


Eclipse de cuerpo
Pedro-Juan Valencia
(283 p, Pre-textos)

Por Alberto de Brigard

Algunas personas cuentan que en una o varias ocasiones, dormidas o despiertas, han tenido la vívida impresión de que su conciencia se separa de su cuerpo, presenciando, como observadores externos, los actos y movimientos del sujeto que ven reflejado en un espejo cuando ellos se miran.

El protagonista de esta novela ha experimentado esa división durante casi sesenta años, a tal punto que llegó a considerar que ese era el estado natural de todos los seres humanos. Algún episodio intrascendente lo lleva a descubrir que, por el contrario, la suya es una forma de existir excepcional, y ello lo mueve a reexaminar toda su vida, utilizando las claves que le da esa revelación.

En la forma más amena, con una prosa fluida, construida con un lenguaje elegante pero cotidiano, el autor relata los episodios que resumen la existencia del protagonista, su relación con familia y amigos, sus apreciaciones sobre el trabajo y la creatividad, sus aspiraciones. Se trata de una vida muy corriente, cuyo único rasgo excepcional sería, quizás, un exceso de circunstancias favorables: una familia abierta y tolerante, en la que el talento musical y el gusto por la música constituyen elementos importantes de unión, reforzados por un cordial sentido del humor; un matrimonio feliz, sin sobresaltos, que además consolida una vida profesional satisfactoria y estimulante; amigos leales y solidarios; ausencia de angustias económicas o de problemas de salud, en fin... mucho que envidiar. Aun el distanciamiento entre este hombre y uno de sus hijos tiene un tono civilizado y discreto, sin visos de tragedia. A lo largo de su narración, las anécdotas y descripciones de los caracteres del círculo familiar son entretenidas, convincentes y consistentes; los personajes generan interés y, en muchos casos, simpatía.

Un poco menos logrado es el aspecto emocional de la historia: no hay argumentos suficientes para que los lectores aceptemos que la separación entre cuerpo y consciencia implique como consecuencia necesaria la autoproclamada indiferencia afectiva del personaje central. Él sostiene que por eso es básicamente pasivo y se ha dejado querer en lugar de dar amor, de manera que su aporte a un matrimonio innegablemente feliz aparentemente proviene sólo de un sentido profundo de la decencia, de una caballerosidad de otros tiempos, a pesar de compatibilidades físicas y emocionales notables. Esa supuesta indiferencia se reafirma muchas veces en estas memorias, pero no es del todo consistente con las actuaciones del personaje; obras son amores, aunque él parezca ignorarlo o estar en desacuerdo.

¿Qué hay en un nombre?, preguntó desde su balcón Julieta. En el caso de Pedro-Juan Valencia, quien firma esta novela, uno se atreve a pensar que ni carne ni hueso. La duda no surge tanto por la improbable combinación de oficios, lugares de residencia y otras circunstancias de la biografía de la solapa, sino porque resulta todavía más increíble que un editor de nuestros días apueste tan fuertemente por un autor desconocido, “oculto definitivamente en algún lugar del vasto Caribe”, sin por lo menos hacer una alharaca ensordecedora para cubrir su apuesta. En esta ocasión, el caso incluye una edición bella y muy generosa, que le da espacio de sobra a una novela bastante breve, que hubiera podido presentarse más que decorosamente en menos de 150 páginas. Valencia debe tener una cara bien conocida en la ciudad cuyo nombre lleva, sede de la editorial, y debe haber dedicado mucho más tiempo al duro oficio de escribir, tachar y reescribir, que a adiestrar perros de raza.

¿Tiene importancia el nombre?, pregunta nuestro narrador en el capítulo 39 de Eclipse de cuerpo . Seguramente no, pero puede ser divertido conjeturar si algún día ese otro ­­–el autor de esta divertida y amigable novela– reconocerá, por grado o por fuerza, su paternidad. Hay pistas.

¿Quién es Pedro-Juan Valencia?
La portada de su libro nos da los siguientes datos:
“Pedro-Juan Valencia, Bogotá (1974). Realizó los estudios de secundaria como alumno interno en Suiza, lugar donde aprendió todo lo que es posible aprender sobre el tedio. De allí pasó a Londres, donde inició estudios de Filología, al tiempo que trabajaba como copista de las más grandes obras de la literatura inglesa y universal. Un oscuro asunto de familia le obligó a trasladarse a Argentina donde, acuciado primero por la necesidad y después por la vocación, se dedicó a la cría de animales, obteniendo importantes galardones como uno de los mejores criadores y adiestradores de perros de raza. Pero su aparición y
reconocimiento público le forzaron nuevamente a exilarse en Venezuela, país en el que contrajo matrimonio y vio la luz su primera hija. Sin embargo, tampoco allí su pasado le permitió sosegarse y, corriendo peligro no sólo su vida, sino la de sus seres más queridos, tomó la decisión de ocultarse definitivamente en algún lugar del vasto Caribe. Eclipse de cuerpo es la primera novela de este autor colombiano.”

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