Revista de Libros |
No. 8 l Abril 2006 |
Permiso para vivir. Antimemorias (527 páginas, Planeta) Por Pablo Cubides Kovacsics Bryce Echenique escribe como habla, habla como vive, y vive como escribe. No debe sentirse culpable aquel lector que leyendo, ya sea el primero o el segundo tomo de sus Antimemorias, Permiso para vivir y Permiso para sentir , deje el libro a la mitad tras la repentina certeza de que lo que ha de hacer el resto de la vida es viajar, recuperar amigos y amores perdidos, tomarse unos tragos en cada ciudad y, en pocas palabras, permitirse vivir y sentir como se debe. Tampoco debe asustarse aquel dedicado lector que concluyendo la lectura mucho antes de la mitad, decida lanzarse a escribir y registrar copiosamente sus propias antimemorias, contagiado de cierto ánimo y cierta disciplina peruano-europea. Por el contrario, preocúpese aquel lector que siendo menos aventurero y más rezagado, termine efectivamente, no sólo uno sino los dos tomos (caso propio), convertido en un parásito de la buena vida que otros han sabido darse. Sin embargo, para tranquilizar a este último triste y sedentario lector, la actitud más acertada en este caso consiste en asumir una postura intermedia, siguiendo el muy difundido eclecticismo del escritor peruano, y permitirse un poco de todo. Transcurren doce años entre la publicación del primer tomo y el recientemente publicado Permiso para sentir , pese a lo cual permanece reflejado el mismo escritor romántico, de implacable humor negro y admirable sencillez. Manteniendo una unidad estructural con respecto al primer tomo, este segundo también está dividido en dos grandes capítulos. “Por orden de azar”, título que lleva en ambos tomos el primer capítulo, está constituido principalmente por un cúmulo de relatos cortos unidos por la caprichosa voluntad de la memoria. Un homenaje a la amistad, a los amores, al viaje, a las cartas, a la profesión de escribir y, por supuesto, también una vía de escape de múltiples angustias, dolores y fobias. El segundo capítulo está dedicado, en cada tomo, a la desilusión de un viaje y su correspondiente país de arribo: en Permiso para vivir , Cuba, en Permiso para sentir , Perú. Su decepción frente a la revolución castrista es proporcional al desasosiego producido por la etapa Fujimori. Esta intensa relación de retornos fallidos a su país natal, que constituye un recurrente tópico a lo largo de su obra (magistralmente resumida por su futbolística pasión en el aforismo anónimo “avanza Perú, gol de Brasil”), es narrada con una melancólica sinceridad apenas entrevista en otros de sus relatos. La estrecha relación que tuvo con el escritor Julio Ramón Ribeyro, una digresión sobre el dilema entre vivir la vida para vivirla y vivirla para escribirla en la que Flaubert, Julian Barnes y Hemingway juegan los roles protagónicos, y el placer que provoca hacerse cómplice de sus encuentros amorosos, cada uno más intenso que el anterior, hacen de estas antimemorias dos libros que, como diría Holden Caulfield, “ a uno le dan ganas de que el autor que lo escribió fuera amigo suyo para poder llamarlo por teléfono en cualquier momento”. Es simplemente u na visita guiada por la envidiable vida de un peruano terriblemente europeo y un europeo inmensamente peruano. Lectura obligada para sus seguidores y muy recomendada para todos aquellos que quieran acercarse y conocer un poco más de Bryce Echenique. |