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Revista de Libros
No. 8  l  Abril 2006


Falsas alarmas
Juan Álvarez
(151 páginas, IDCT)

Por Francisco Barrios

Falsas alarmas , ganador del Premio nacional de cuento ciudad de Bogotá 2005, es la clase de libro que justifica este tipo de concursos. Con una bolsa muy modesta para la importancia de la ciudad (y unas ediciones impecables) este premio quiere dar a conocer a nuevos escritores por canales distintos a los de las grandes editoriales y sus agresivas campañas de prensa. Por cuenta de estas publicaciones nos enteramos de que hay una nueva generación de autores con nuevas influencias y con una forma distinta de entender la escritura. Juan Álvarez es un escritor joven (Bogotá, 1978) que si bien no ha llegado a desarrollar un lenguaje propio lo suficientemente contundente, sí presenta una colección de nueve relatos que superan los simples ejercicios experimentales. Al comienzo del libro, en una Nota del autor , Álvarez da cuenta de las influencias más evidentes en su oficio: Bolaño, Carver, Rulfo. Al leer los relatos, aparecen otras menos explícitas pero igualmente detectables: Cortázar (en Nunca te quise dar en la jeta, Javier ) y Paul Auster (en el relato que da título al libro). Lo que tiene de bueno y de nuevo Falsas alarmas es la frescura de su lenguaje. Frescura en dos acepciones de la palabra: la de una sintaxis correcta y sin pretensiones –evidente en Noches caras – y la de “este tipo (el narrador de algunas de las historias) es un fresco”. Esa característica permite leer el libro de una sentada porque dota a los relatos de unidad de estilo y de cierta levedad. Lo incompleto es que muchas de las historias no llegan a nada; padecen de esos “finales abiertos” y un poco sosos que sin duda el autor admira en Carver, pero que aún no ha logrado desarrollar en su propia narrativa. Es de esperarse que con este estímulo, en su próximo libro Juan Álvarez afine su lenguaje, les de más peso a sus historias y las saque de los barrios de estudiantes (y de los guiños a amigos y maestros).

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Por Diana Ospina

Hay días, como hoy, en los que uno se sienta frente al computador y afuera la ciudad está gris y triste, con todo lo gris y triste que puede ser Bogotá. Días que trascurren a su propio ritmo y que se abren frente a nosotros de una manera lenta y pausada; si hablo de todo esto es porque hoy terminé de leer el libro de cuentos escrito por Juan Álvarez y el estado de este día no podía ser mejor. Sus cuentos hablan de eso, de momentos fugaces, de encuentros, de la luz azul del amanecer que nos sorprende después de una noche de fiesta y la irrupción de ese nuevo día que nos proporciona verdades dolorosas, del gringo que acaricia la cabeza de la argentina con la certeza de que ya no podrá cumplir la promesa que le hizo a su novia, de la noche del 31 de diciembre del 2000 en la que dos amigos reciben el año de una manera diferente a la esperada, del sobrino que le habla al tío que ha sido expulsado de la familia… Son narraciones de instantes congelados en los que los protagonistas se enfrentan a una realidad y, sobre todo, a algo muy propio que les es revelado. La fuerza de estos nueve cuentos se centra exclusivamente en su escritura, en el esfuerzo del escritor por darle a cada cuento un tono y una forma que se acomode a lo que desea expresar. Los protagonistas son personajes que no tienen nada de excepcional ni se enfrentan a terribles dilemas o aventuras exóticas, es como atisbar un día cualquiera, y sin embargo sabemos que estos relatos intentan atrapar un momento de gran profundidad. En los textos se presenta el descubrimiento súbito de nuestra absoluta y total soledad, y de lo doloroso que puede ser, por instantes, aceptar que se está vivo y que las cosas no siempre han salido como se desea.


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