Revista de Libros |
No. 8 Abril 2006 |
Del Director Moises Melo Tarde o temprano ¿Sucede a menudo que un buen escritor permanece oculto y su obra no logra encontrar el camino hacia los que deberían ser sus lectores? Si la pregunta la hacemos a un novel escritor que regresa con sus originales rechazados por el editor, sin duda dirá que eso ocurre con mucha frecuencia. Lo mismo dirá probablemente el autor cuya primera obra ha desaparecido muy pronto de los mostradores de las librerías pensando que eso se debe a la mala voluntad de su editor. Y hasta el editor decepcionado por el pobre desempeño de alguna obra en la que ha puesto sus esperanzas y su entusiasmo lo pensará, atribuyendo el fracaso a la ceguera de la crítica y a la indiferencia de los medios. Las condiciones del mercado editorial, con una oferta de novedades que se multiplica vertiginosamente luchando por espacios de venta que crecen más lentamente y que se uniforman por la progresiva concentración, llevan a que cada vez sea más corto el tiempo que tiene una obra nueva para llamar la atención de los lectores. Los libros, como mercancías, se hacen efímeros y el mercado concentra su atención en los pocos que, durante su cuarto de hora, atraen audiencias masivas. Esto trae consigo una mayor dificultad para que la clase de buena literatura que requiere una asimilación más pausada reciba la consagración que le da la acogida de sus lectores. Pero al mismo tiempo los desarrollos de la tecnología de las comunicaciones y en particular la Internet facilitan la comunicación entre esos lectores y potencian de una manera inconcebible en el pasado el boca a boca que ha sido siempre el más confiable sistema de difusión para las obras literarias. Así se ha ido difundiendo de uno en uno, por la comunicación entre los que van leyendo sus novelas, cuentos y poemas, la obra literaria de Tomás González. Dándose cuenta de lo esporádicas de las menciones a sus libros en los medios de comunicación y en los círculos académicos, muchos de ellos se sienten poseedores de un valioso secreto y se agrupan en una especie de pequeña secta en la que comparten una fe y van predicándola entre sus amigos. Hace poco, en el Hay Festival, oímos con mayor fuerza el rumor de las conversaciones sobre la obra de Tomás González y decidimos que había llegado el momento de hacerle un público reconocimiento a su calidad. Escogimos este número de la revista porque coincidía con la publicación en alemán de Primero estaba el mar , la segunda de sus novelas que se traduce a esa lengua. Cuando ya estábamos listos para ir a la imprenta supimos que nuestros colegas de Arcadia habían preparado también para estos días un homenaje similar, al tiempo que la editorial Belacqua publicaba en España su última novela, Los caballitos del diablo . Parece pues que acabáramos de descubrir un escritor joven, una promesa para la literatura colombiana. No es así, estamos presentando una obra madura, una obra que el autor considera casi cerrada, compuesta por cuatro novelas, Primero estaba el mar , Para antes del olvido , La historia de Horacio y Los caballitos del diablo ; un libro de cuentos largos, El rey del Honka-Monka ; un libro de poesía, Manglares , y un libro inédito de cuentos cortos del que publicamos un abrebocas. La manera como ha logrado su difusión esta obra parece indicarnos que mientras haya un lector entusiasta, dispuesto a compartir sus lecturas, aunque se tome su tiempo, será muy difícil que un buen libro pueda permanecer oculto.
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