Revista de Libros |
No. 6 Diciembre 2005 |
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25 años de TASCHEN Fanático de los cómics y de las imágenes eróticas, este editor alemán supo construir un imperio con todo lo que los editores del mundo de alrte dejaban ir por la cañería Por Lorenzo Morales Benedikt Taschen es un tipo inusual que edita libros inusuales. Para hacerlo como se suele hacer, habría que empezar a escribir esta historia hablando de esos libros. Pero hagamos como él, y empecemos por donde nadie empieza. Hablando de su casa, por ejemplo. A sus 45 años, Benedikt Taschen vive en un horroroso octágono de vidrio y aluminio que parece un platillo volador, suspendido sobre unos pilotes de concreto que coronan las colinas de Hollywood. La “Chemosfera”, como se conoce esta casa a la que sólo se llega por teleférico diseñada por el arquitecto modernista John Lauter en 1960, fue durante años un escombro más de la arquitectura futurista de la época. Las estrellas de Hollywood querían mansiones prefabricadas de cartón en Beverly Hills y durante años estuvo abandonada. En 1997, en contravía de lo que dictaba el mercado y el gusto de las fortunas advenedizas, Taschen la compró por 1 millón de dólares y la restauró. Después de hacerla habitable se encargó de hacerla también envidiable. A los pocos meses de comprarla publicó un libro sobre la obra de Lauder, haciendo de paso de su casa una obra de arte. Y de sí mismo, un excéntrico visionario. “Al principio puede parecer un alemán típico, pero es un tipo divertido, suspicaz e interesante –dijo Jim Heinmann, uno de los editores de Taschen, en una entrevista con L.A. Weekly –. Siempre está rompiendo los moldes que persisten allá afuera. Creo que esa es una de las claves de su éxito. No sigue ninguna regla”. Y si no sigue las reglas del gusto arquitectónico, tampoco las del gusto de la elite tradicional del arte. Lo que hizo Benedikt Taschen con esa casa protuberante es exactamente lo mismo que ha hecho con sus libros. “Es un gusto y un placer descubrir cosas que no han sido vistas por la gente hasta el día que se ponen de moda. Compro mucho arte a desconocidos, por puro instinto. Me parece que es más divertido ser el primero. Que sea sobresaliente es lo que más me interesa. Mucha gente me escribe diciéndome que a través de mis libros descubren cosas que no sabían que existían, y de eso se trata todo esto”, explica Taschen en una entrevista reciente al diario francés Le Figaro . Taschen ha desafiado las leyes impuestas por editoriales tradicionalmente conservadoras en sus gustos, editando por primera vez libros de artistas-pornógrafos como Elmer Batters ( From the Tip of the Toes to the Top of the Hose ), Eric Stanton ( For the Man Who Knows His Place ) y Theo Ehret ( Exquisite Mayhem ), entre otros. “Ve, es bonito para estos tipos ya viejos que finalmente alguien les tome en serio su trabajo –dijo Taschen a un reportero de Vanity Fair – después mueren, claro. Pero mueren contentos”. Quizá por eso Taschen se ha caracterizado por publicar en años recientes artistas vivos y jóvenes como Jeff Koons, Philippe Starck y Giger, que a su vez son los principales proveedores del arte que adorna sus casas. El año pasado, el Museo Reina Sofía y el Palacio Velásquez en Madrid inauguraron la primera exposición de la colección privada de Taschen, con obras de Albert Oehlen, Mike Kelley y Christopher Wool y Cindy Sherman, entre otros. Pese a su fama de degustador y editor erótico, el catálogo de Taschen es mucho más extenso que los libros que lo han hecho famoso por escandalizar a los píos. “Esos libros son sólo una pequeña parte”, aclara. Su catálogo va desde la colección completa de grabados del artista italiano del siglo XVII, Giovanni Battista Piranesi, hasta los diarios pornográficos de Natash Merrit, una internauta exhibicionista de pleno siglo XXI, pasando por el más completo estudio sobre los archivos del director de cine Stanley Kubrick; los edificios de Renzo Piano desde 1965 hasta hoy; una enciclopedia de siete tomos sobre la publicidad estadounidense desde los veintes hasta los ochentas; y libros y libros de diseño, cirugía plástica, cartografía, mariposas, fetiches, sillas, animación, lámparas, prostitutas, grabado, alquimia… es una lista tan larga que sólo cabría en el maletín sin fondo del Gato Félix. Taschen le devolvió lo vulgar y mundano a un sector del libro reservado a dandys cultivados y maestros eruditos que sólo querían hablar de lo que estaba colgado en los museos. Aunque ellos ahora también compran Taschen. Nadie niega que parte de la sensualidad de Taschen está en sus carátulas provocadoras. Pero no solamente. El otro sostén de su imperio son los precios. Taschen hizo popular y accesible una franja del libro que se caracterizó siempre por ser costosa y por lo mismo esquiva al gran público. Gracias a sus grandes tirajes (más de 25.000 ejemplares) de ediciones multilingües o a veces incluso “mudas”, Taschen puede vender el mismo libro en Frankfurt, Lisboa, París o Bogotá. Los precios y la calidad han hecho temblar a las casas de más alcurnia como Rizzoli, Abbevile o Phaidon, que han tenido que sentarse a rediseñar su estrategia para poder sobrevivir a la avalancha de lo bueno, bonito y barato. Aunque en Taschen esconden con celo sus balances, según el International Herald Tribune , las ventas de este año podrían alcanzar los 49.5 millones de dólares, de lejos las más grandes de cualquier editor de arte independiente. ¿Qué más podía hacer la editorial de un tipo cuyo apellido en alemán significa “bolsillo”? Sin embargo, algunos alegan que Taschen ha edificado su imperio sacrificando el contenido, ciertamente insulso en muchos de sus libros, pero siempre ultraconcebidos en su diseño y su impacto. Los libros en sí mismos son casi un objeto de arte. A lado de los libros “de bolsillo”, que pueden costar el equivalente a dos hamburguesas y que se venden como tal, están las joyas de la corona que, aunque no representan mayores ganancias, sí hacen crecer el prestigio y la imagen de la casa. El primero fue la edición definitiva de las fotografías de Helmut Newton en tamaño XXL. Un librote inmanejable de 30 kilos y casi un metro de alto, cuyo primer número firmado por 80 de las celebridades que en él aparecen retratadas, batió en el año 2000 el record mundial del libro más costoso publicado en el siglo XX: 304.000 dólares. Philippe Starck tuvo que diseñarle un pedestal para soportarlo. En 2003 Taschen noqueó otra vez con G.O.A.T ., otro peso pesado, en tamaño y precio, dedicado a la figura del boxeador Mohamed Ali. Benedikt Taschen es la encarnación humana de esos dos extremos. En su forma de vida conviven la extravagancia opulenta con la simpleza ascética de un buda. Para salir a comer con una periodista de The Observer , Taschen se dejó ver con unos zapatos hechos a mano en piel de rana y vestido a la medida firmado por un diseñador de renombre. Para la comida, bastó ir a Musso & Frank, uno de sus almorzaderos favoritos. “La gente siempre se burla de mí porque siempre escojo restaurantes de clase B”, dice chasqueando, “pero yo ni siquiera sabía que había un sistema para clasificarlos”. A la hora de pagar, Taschen se saca los billetes del bolsillo. Odia las billeteras, no usa reloj y menos cadena y medallón. Una sola llave plana y dorada abre todas sus puertas. Fiel a su personalidad insolente, a finales de los noventa toma una decisión tan creativa como sus libros. Cerró sus oficinas de Nueva York, contraviniendo las buenas costumbres de las editoriales de prestigio. “Siempre me gustó Los Angeles –dice Taschen–, cuando era niño, leía todas esas novelas sobre California, como las de John Steinbeck, Raymond Chandler y Charles Bukowski, y en mis recuerdos visuales tengo también todas esas películas de Hollywood. Cuando vine aquí por primera vez, todo me parecía familiar…”. El menor de cinco hermanos, Benedikt Taschen empezó su industria a los 12 años cuando vendía por correo cómics raros y usados, una pasión que lo consumía. Incluso hoy su casa y sus oficinas están adornadas, entre otras, con dibujos originales del Pato Donald del artista Carl Banks. A los 15, el negocio le daba para vivir y a los 18 para abrir la tienda “Taschen Cómics” en un local petusto de 25 metros cuadrados, en Colonia, Alemania. Ese mismo año publica su primer cómic, Sally Forth , el cual anticipa ya su desfachado gusto por el porno. En 1982 publica nuevos cómics como Ranxeron , Orium y Ray Banana , que hoy son pieza de coleccionista pero en su momento no le dieron con qué pagar el arriendo. Las cosas iban mal para el joven librero de cómics que después del colegio había dejado los estudios por montar su librería. Pero en 1984 la suerte lo toma de la mano. El joven Benedickt pide prestado dinero a sus papás y a su tía para comprar 40.000 libros en inglés sobre la obra del surrealista belga René Magritte, rematados a 1 marco por la editorial Nal Abrams. Benedikt los revende en su tienda por 9.95 marcos y causa sensación. Con parte de las ganancias del remate, ese año publica su primer libro, una reedición de la obra de la hoy famosa fotógrafa Annie Leibovitz. Sin embargo, para esa época Benedickt aún desconfiaba del futuro de sus libros e intentó diversificar sus productos: gorilas inflables de tamaño natural y kimonos con cómics estampados que resultan un fracaso y lo devuelven al cause de la imprenta. En 1989 publica los dos volúmenes de las Obras Completas de Van Gogh, que se convierten rápidamente en un clásico y confirman su vocación de editor. Y de exitoso hombre de negocios. ¿Tiene tiempo de leer el dueño de una editorial transnacional? “No puedo imaginar la vida sin libros. Leo muchas biografías. También leo ficción cuando sé que no me van a interrumpir”. En 2002 leía las memorias del médico personal de Mao. “No se imagina qué tan banal era ese mundo –dice– “cuando Mao tenía que viajar, construían todo tipo de falsedades para que siempre todo pareciera próspero. ¡Pero el tipo en realidad se la pasaba tirado en su cama con jovencitas!”. Cómo hizo Mao para construir un imperio basado en su imagen intriga mucho a Benedickt Taschen. Tanto que este año editó un colorido libro de 350 páginas sobre los afiches de la propaganda china. A precio de chino. Algo aprende el señor Taschen de sus lecturas. |