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Homero, Ilíada
Alessandro Baricco
(192 páginas, Anagrama)
Traducción de Javier González Rovira
Por Lelio Fernández
En algún lugar de la Ilíada , Homero dice que los dioses desencadenan las guerras para que los poetas se dediquen a cantarlas. No está claro si con eso quería justificar las guerras o exaltar la poesía. Pero es cierto que, en cuestión de guerras, la mayoría de aquellos dioses no eran menos insensatos que George W. Bush. Y es más que cierto que la Ilíada , “monumento a la guerra”, como lo dice Baricco, es la más formidable descripción de la condición humana en combate. Se le ocurrió a Baricco que sería una cosa buena leer la Ilíada en público. Todita y sin parar. Cuando ya había gente dispuesta a secundar esa intención, se dio cuenta de que los oídos y las posaderas actuales no tienen paciencia para cuarenta horas de semejante gesta. Se le ocurrió entonces algo mucho mejor: intervenir en el texto de ese poema insuperable para que, al escuchar su lectura, los corazones pudieran oír toda la velocidad que hay casi aprisionada en él. Esa lectura se hizo, para mucho público y con mucho éxito. Tendría que bastar esto para dejar en claro que Baricco no pretende que la gente lea su trabajo en lugar de leer a Homero. Baricco declara que buscó la traducción italiana que, estilísticamente, estuviese más cerca de su propia manera de pensar. No hay que perderse, por nada del mundo, esta declaración suya cuyo sentido distorsiono un poco para hacerle decir algo más que lo que él dijo, pero que es igualmente verdadero: él tiene una manera de pensar que realmente da forma a su estilo de novelista y de ensayista. Es una manera de pensar de la que se sigue una escritura que hace pensar. No es que haga pensar en ella misma (aunque los ojos que la leen hacen eso inevitablemente, cuando, cerrados, se zafan de su magia). Es una escritura que lleva a pensar en el asunto del que Baricco trata. A ver, si no: lea, por ejemplo, su novela Seda (novela, o como la quiera llamar), cuyo estilo pone a pensar cómo es ese asunto del amor y de lo erótico. Lea esa especie de ensayo ligero que se llama Next , que pone a pensar en las trivialidades que usted y yo y cualquiera decimos cuando hablamos de la globalización.
¿Cómo interviene Baricco en el texto de Homero? De cuatro maneras distintas que tienen un efecto acercador. Con la supresión de la presencia directa de los dioses consigue inventar la “osamenta laica” de la Ilíada , que ciertamente Homero no se habría imaginado, aunque en las lecturas atentas del texto íntegro más de una vez nos detengamos a conjeturar que, en cierto modo enigmático, él anticipó (por ejemplo, al hacer que los dioses intervengan prácticamente sin ser vistos). Al pasar los relatos a primera persona, Baricco hace que los personajes nos sorprendan como la visita inesperada de viejos conocidos. Al elegir tal o cual página homérica (y hasta más o menos homérica) y someterla a un nuevo montaje, consigue hacernos percibir la convicción antibélica que late en el alma y en el ánimo de la condición humana combatiente y en los corazones de quienes padecen expectantes los miedos de la guerra. Claro que, para mejorarnos esa percepción, pone al final del libro una buena apostilla. Y cuando seleccionó la traducción hecha por una amiga, pudo mostrar que las antiguas maravillas de la literatura liberan su brillo siempre nuevo cuando una traducción las limpia de la herrumbre de los arcaísmos. La traducción al español de Emilio Crespo, elegida para esta edición, parece apta para mostrar lo mismo.
Tal vez lo más interesante de esta ocurrencia es que nos hace descubrir cómo, en Alessandro Baricco, el odio a la violencia –que es la jaula de hierro de los violentos– puede afinar la comprensión de la belleza inmortal de la Ilíada .
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