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La construcción del Estado, hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI
Francis Fukuyama
(208 páginas, Ediciones B)
Traducción de María Alonso
Por David Rojas
Fukuyama aún sostiene las tesis del libro que lo hizo famoso y hoy nombra una ideología: El fin de la historia y el último hombre (1992); allí consideraba que en materia de principios sociales no existen hoy alternativas serias a la democracia liberal y a la economía de mercado. Y aunque no habría más opciones, habría sí labores inconclusas luego del “fin de la historia”. La construcción del Estado es un libro sobre dichas labores y sobre cómo llevarlas a cabo: se trata de fortalecer los Estados existentes, construir Estados fuertes donde no los hay y configurar infraestructuras interestatales efectivas.
La construcción del Estado es la tarea pendiente dado que a su debilidad se deberían fenómenos globales como el terrorismo internacional, el Sida, las drogas, la pobreza, etcétera. Superar estos males requeriría reducir la infraestructura estatal (liberalizar el comercio, privatizar los servicios estatales) y fortalecer la “capacidad” del Estado (invirtiendo en la fuerza pública). Un Estado pequeño de estilo gerencial, con poder efectivo para controlar el orden público y apoyado en un robusto sector privado es la respuesta que el autor propone contra los más diversos males sociales. Los Estados fuertes tendrían la obligación adicional de impulsar –incluso por la fuerza– la construcción de Estados nacionales allí donde no los hay, de forma tal que los males que aparentemente emergen sin descanso en las zonas sin Estado no puedan alcanzar los territorios de los Estados fuertes.
El autor expone su estrategia de formación estatal con ejemplos de la historia institucional de los Estados Unidos. En el área de política interna menciona la creación de instituciones militares y de policía, mientras que en el campo de política internacional defiende estrategias como el principio de la “Guerra Preventiva”. La construcción del Estado se lee entonces como una teorización y legitimación retroactiva de principios de administración pública y políticas de Estado que vienen siendo adoptadas desde hace algunos años en los Estados Unidos (y cuya influencia en la política colombiana reciente es profunda dada la alianza virtualmente incondicional de nuestros gobernantes recientes con Washington).
Sin embargo, y debido a eventos posteriores a su publicación, el libro se presta para lecturas alternativas. Fukuyama, sin duda, estaría de acuerdo en que un Estado fuerte sería capaz de mitigar el impacto de catástrofes naturales y de auxiliar a la población afectada. Del mismo modo un Estado fuerte podría garantizar el orden público en regiones externas a su territorio que están bajo su control. Pues bien, más de 25.000 muertos civiles en Irak desde la invasión, y la vergonzosa respuesta del gobierno en la emergencia del huracán Katrina, serían evidencia de que el Estado más poderoso del planeta es un Estado ineficaz.
¿Implica esto que las tesis de Fukuyama están equivocadas? La respuesta varía según a quien se le pregunte. El autor ha estado vinculado a la plataforma ideológica neo-conservadora que apoya a la administración Bush (la organización Project for the New American Century , en la que participan también Cheney, Rumsfeld y Wolfwitz) y es asesor de la Casa Blanca en asuntos de bioética. No es de extrañar entonces que críticas recientes a la administración Bush argumenten a favor de principios de política contrarios a los de Fukuyama. Desde acá se propone un Estado apoyado en robustos niveles de tributación y con alta capacidad de intervención en la sociedad, de forma tal que pueda mitigar no sólo las catástrofes humanitarias sino fenómenos sociales usualmente ignorados como la discriminación racial y el aumento de la pobreza, los cuales quedaron expuestos en la cobertura de la evacuación de Nueva Orleáns.
Sin embargo, y usando como justificación los mismos fenómenos esgrimidos por sus críticos, autores que incluyen al mismo Fukuyama (quien criticó a la administración Bush por su desempeño en Irak en el Times de Agosto 31 de 2005) han argumentado que se requiere profundizar la reforma al Estado siguiendo las líneas ya indicadas: desde mayores reducciones en los impuestos para promover la reconstrucción del sur de los Estados Unidos, hasta un manejo gerencial de los servicios de emergencia del Estado.
En suma, La Construcción del Estado es una buena oportunidad para conocer la posición (neo)conservadora en un debate en curso sobre modelos de Estado y para estudiar cómo la construcción del Estado se nos presenta hoy, obsesivamente y por doquiera, como una tarea ineluctable que habría de completarse para resolver los más diversos problemas sociales: el Estado como nuestra inquietante fantasía contemporánea.
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