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Revista de Libros
No. 4  l  Agosto 2005


Una palabra tuya
Elvira Lindo
(251 páginas, Seix Barral)

Por Carolina Alonso

A veces, cuando voy en un bus o cuando estoy haciendo fila en el banco y no puedo leer porque la amenaza del desprendimiento de retina o de la reprobación colectiva si uno retrasa la marcha de la fila me lo impide, suelo elegir azarosamente a alguien e imaginar su historia. Creo que muchos jugamos este juego. Digo que elijo al azar, pero creo que en realidad escojo a alguien que por extrañas razones puedo imaginar convertido en personaje. Hay personas que no me sugieren una historia y otras a las que no veo, no imagino, por mis limitaciones a la hora de fantasear. Rosario y Milagros, las protagonistas de Una palabra tuya , son barrenderas y Elvira Lindo cuenta sus historias. Debo decir que me sorprendió la complejidad de estos personajes revelada por la autora, porque frente a ellos mi imaginación habría claudicado. Lo que consigue la escritora española –que con esta novela ganó el Premio Biblioteca Breve 2005– es crear un par de mujeres entrañables que tienen entre sí y con el mundo formas muy particulares de relacionarse. Una palabra tuya es una historia acerca de los vínculos y de cómo pueden construirse y determinar nuestras vidas sin que logremos comprender las motivaciones del destino. Rosario nos cuenta su vida (la madre enferma, la hermana ausente, el padre traidor, los polvos de ocasión, los conocidos con sus intrigas a cuestas…) a partir de su relación con Milagros, porque quiere comprenderla y que nosotros, los destinatarios de su confesión, comprendamos que hay veces que hacemos cosas feas, sucias, lo reconozco, pero porque la vida que tenemos delante también es fea . Rosario quiere comprender para dejar de sentir que los ausentes le reprochan o la amenazan, porque quiere volver a comenzar, estrenar su vida de siempre como si fuera otra, así como lo hizo con el apartamento remodelado, del que arrancó todos los objetos que pudieran tener amarrado algún recuerdo. Para esta mujer a la que no le gusta su nombre ni su rostro, el pasado es un lastre; no hay nada en él que pueda idealizar para sentir nostalgia. Rosario desea el futuro, añora una existencia menos oscura, una mirada limpia que le permita acercarse a los otros y al mundo desde la esperanza y no desde la desesperación y el desencanto. Rosario y Milagros recorren las calles de Madrid, mirando hacia el suelo, donde se encuentran los restos de la vida destinados al olvido. A Milagros le gusta recoger objetos rotos, muñecos mutilados, tazas sin oreja; criaturas de una fauna monstruosa que ella recupera y para las que abre un espacio en su mundo. Rosario va limpiando el camino, su oficio de barrendera es una metáfora de su quehacer con las palabras; contar su historia es su manera de deshacerse de lo viejo para, también, abrirle espacio a lo nuevo, para construirse un mundo propio donde ya no esté sola. Esta novela se lee con placer, ese placer desgarrador que nos producen las historias tristes. Elvira Lindo consigue envolvernos gracias a su habilidad para seleccionar escenas conmovedoras, a su capacidad reflexiva y a su talento para dar voz, de forma verosímil, a un grupo de personajes definitivamente humanos.

 

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