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Revista de Libros
No. 3 Abril 2005


Ilustración de Natalia Nimomiya    

HSI-YOU CHI: Una novela de aventuras

VIAJE AL OESTE
Las aventuras del Rey Mono
Anónimo chino del siglo XVI

(Ediciones Siruela, 2264 páginas)
Traducción de Enrique Gatón e Imelda Huang Wang

Por Pere Sureda

Comentar Viaje al Oeste: Las aventuras del Rey Mono , el anónimo del siglo XVI, es, sobre todo, recalcar y recordar cuantas veces haga falta que acercarse a esta novela es acercarse a una novela de aventuras, en mayúsculas. Lo más necesario es en primer lugar vencer el miedo a las 2260 páginas, al papel Biblia —que frecuentemente relacionamos correctamente con libros muy sesudos, de lectura compleja, demasiado largos para disfrutarlos, y las más de las veces con lo “académico”—, al hecho de que se trate de un texto “clásico” del siglo XVI, al no menos importante hecho de que se trate de literatura ¿china?, de la que desconocemos hasta incluso que exista como tal, al margen de algún poema taoísta que todos hemos leído alguna vez, al hecho de que no tenga un “autor” con cara y ojos… etcétera, etcétera.

En este espacio trataré de que “nos olvidemos” de los lastres apriorísticos que normalmente nos frenan antes de comprar una novela, y sobre todo antes de “zambullirnos de lleno en sus páginas”, como recomendó José María Valverde en el prólogo a una muy famosa traducción suya. Normalmente recomiendo a mis amigos que se salten los prólogos pues considero son un innecesario filtro entre el lector y la obra. Creo en los epílogos. En este caso sin embargo vale tanto saltárselo como leerlo ya que Jesús Ferrero nos proporciona las claves para lo que hay que hacer, que no es otra cosa que entrar de lleno y cuanto antes en esta novela de aventuras, en este clásico de la Literatura que lo es en tanto que novela total y totalizadora.

Hay algunas consideraciones que pueden ayudar a tomar la decisión de comprar la novela: es una edición magnífica; las cintas que sirven de punto de lectura son dos y están colocadas adecuadamente para que sirvan de veras a los que la están disfrutando; el papel es excelente al tacto y aunque es muy delgado no transparenta; las páginas las pasamos con placer, y con la excitación de las mejores lecturas vamos comprobando el camino que nos queda por recorrer, que si es muy largo es porque será mucho lo que nos queda aún por deleitar antes del final. Eso lo sé porque la he leído, estoy contando literalmente lo que sentía mientras estaba junto al “Rey Mono”, las ganas que tenía de regresar cada día (y si podía más de una vez al día) a sus maravillosas, deslumbrantes e inquietantes páginas.

Si a estas alturas no he logrado que les entre por lo menos el gusanillo tengo un problema. Aunque lo intentaré resolver en lo que me queda de espacio.

Estamos ante una narración del período más fructífero de la literatura china, el llamado período Ming, en el que se alza otra de las grandes novelas chinas: El sueño del pabellón rojo , definida por Borges como una novela prácticamente infinita. Esta se puede definir de igual forma. Se trata de una novela de novelas, como otras novelas “occidentales” distintas y dispares pero con ese nexo común, me refiero tanto a la Ilíada y la Odisea , al Quijote, a Tristam Shandy , Ulysses , El proceso , La Divina Comedia , pero mucho más entretenida, si cabe. A todos estos adjetivos mayores hay que añadir la sustancia básica sin la que la novela no hubiera existido como tal y que a los lectores “occidentales” nos enriquece aun más: la “filosofía” de Confucio y Lao-Tse que impregna toda la novela, le da el aroma y la atmósfera, la guía por los inhóspitos caminos tanto del cielo como del infierno, en definitiva la dota de corazón para latir.

Además de proporcionarnos diversión en todas sus vertientes, nos enfrentamos “con el misterio de la muerte y de la vida desde una profundidad que está mucho más allá de nuestra sistematización del mundo, indisolublemente vinculada al espíritu griego que nos funda filosóficamente y que crea las marcas que van a determinar toda nuestra cultura”, como recuerda Ferrero. El “tempo” literario no es ni lineal ni circular, nada tiene que ver con las novelas del XIX, es un tempo más bien espiral, distinto y distante a nuestra forma tradicional de entender la literatura. Pero no hay que hacer nada, ya que las propias aventuras del monje Tripitaka, Sun Wu-Kung, Cha Ba-Chie o Sha Wu-Ching y el universo de personajes vivos e inmortales que nos acompañan: la danza, el teatro, la pintura, las muy verosímiles aunque “imposibles” hazañas de estos personajes en su peregrinar desde China hasta India en busca de las Escrituras Budistas nos pone de lleno en la espiral antes de ser conscientes de ello, y una vez dentro solo podemos pedir más.

No hablaré del argumento porque hay mil y un argumentos, pero daré alguna pista para engancharos: hay un peregrinaje de un monje, antiguos inmortales convertidos en sus discípulos, lucha sin cuartel con enemigos muy poderosos que se oponen al propósito del peregrinaje. No hablaré de los personajes porque desde el inicio son muy elocuentes, pero hablaré de los poderes inimaginables del “Rey Mono” y de sus flaquezas y de sus terribles ataques de mal genio, y de las argucias de sus tres compañeros. Si os comunico que el final no es final aunque sea feliz, al menos para mí. Se diría que los “The end” son muy occidentales.

Un último apunte. En 2005 se celebra el IV Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote . Excelente que hayan aparecido múltiples versiones para todos los gustos y todas las economías. Excelente siempre. Pero me pregunto si los Clásicos tienen patria y si es así creo que es una “patria universal”. Por lo tanto debemos ser capaces de hacer nuestros, y promocionar, todos los centenarios , de conocer todas las literaturas, para lo cual hay que publicar y dar al librero la información para que lea y recomiende, para que así podamos disfrutar del vicio más universal: leerlo todo y de todos los mundos, y contrastar todas las literaturas. Por decirlo más fácil: reivindico lo mismo para Viaje al Oeste que lo que merecidamente ocurre con Cervantes, Verne… etcétera, etcétera. Es una asignatura pendiente. Pero la resolveremos.

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