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Revista de Libros
No. 3  l  Abril 2005


LA MUERTE SE VA A GRANADA
Fernando del Paso
(146 p, Alfaguara)

Por Alberto de Brigard

Después de casi sesenta años, el asesinato de Federico García Lorca sigue viéndose como uno de los momentos más trágicos de una guerra en la cual la maldad, la bajeza y la estupidez humanas alcanzaron niveles desconocidos hasta ese momento. A pesar de que la barbarie de la especie no ha mostrado signos de debilidad desde entonces, la muerte trágica y gratuita del poeta todavía nos conmueve y nos resistimos a aceptar su profundo sin sentido.

El poeta y novelista mexicano Fernando del Paso escribió en 1998, como homenaje al centenario del nacimiento de Lorca, una obra teatral que trata sobre sus últimos días, en una nueva aproximación a la todavía inexplicada noche del 19 de agosto de 1936. Del Paso asume el riesgo de hacer en verso una pieza cuyo protagonista principal es el propio García Lorca (de manera que somete sus textos a la inevitable comparación con los propios poemas del granadino) y logra salir adelante con un drama que tiene el perfume y algo de la sonoridad de las obras teatrales de su homenajeado.

La trama revive los primeros días de la guerra civil, la indecisión y los temores de la familia García ante el riesgo que corrían Federico y su cuñado Manuel Fernández, el vano intento de protección por parte del poeta Luis Rosales, reconocido falangista granadino, y la saña y el rencor de Ramón Ruiz Alonso, homofóbico perseguidor del poeta. También emplea el recurso, no muy original pero bien manejado, de hacer interactuar a García Lorca, en episodios de sueño o delirio, con personajes sugeridos por sus dramas y poemas o directamente extraídos de ellos; entre estos últimos personajes sobresale el Amargo, especie de personificación de la angustia de Federico, viejo enemigo de infancia que lo acosa incesantemente en sus últimos días. Por su parte, el personaje del poeta, sin ser particularmente original, incorpora algo de la gracia que le atribuyeron sin excepción sus contemporáneos, y el autor explora con discreción y respeto su sexualidad.

El principal atractivo de la lectura de La muerte se va a Granada es que consigue sugerir un espectáculo teatralmente atractivo que nos gustaría poder ver. La encarnación de Lorca podría ser un papel consagratorio para un actor con agallas y algún talento musical, a quien respaldara un director que logre superar el acartonamiento de los personajes secundarios para explotar las posibilidades visuales de una obra de innegable valor.

 

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