| Inicio | Contenido | Contáctenos | Información sobre suscripciones | Paute en piedepágina 
Revista de Libros
No. 3  l  Abril 2005


www.aquitrave.com   

LUNA BLANCA
Elkin Restrepo
(90 p, Arquitrave, $15.000)

Por Pablo Montoya

La de Elkin Restrepo es una poesía que se abisma en la desolación y se perpleja en la cotidianidad. Su voz es íntima y permanece entre nosotros a modo de susurro. Lejos están los libros de Elkin Restrepo del acaloramiento, de las peroratas y los malabarismos verbales de otros escritores de su generación. Se trata, más bien, del poema que se dice en voz baja, con un tono sabio y melancólico, en medio de una época escandalosa y confusa. Es ese hombre que escucha absorto el lejano canto de las sirenas para hacérnoslo próximo y dolorosamente entrañable. Esta poética, sin duda una de las más importantes de nuestra actual literatura, no es arduo establecerla. Son verdades reveladoras que surcan una escritura que, al decir de Álvaro Mutis, es de “engañadora sencillez”. Rescatar el brillo de toda amargura, mirar esa necesaria estrella que habita cada vicio, transformar en visión la escoria y tornar en ensueño el abandono. Y todo esto dicho en un estilo sobrio que acude, sin embargo, al mundo abigarrado de los sueños, a las lúdicas coordenadas de la fábula, pero también a los triviales actos con que se trama la realidad de los hombres.

Luna blanca , la nueva antología de Elkin Restrepo editada por la revista Arquitrave, da fe de estas verdades. La selección, realizada por el mismo autor, reúne poemas de Retrato de artistas (1983), Absorto escuchando el cercano canto de sirenas (1985), La dádiva (1991) y La visita que no pasó del jardín (2002). Quien haya transitado por la obra del poeta antioqueño tal vez añore algunos textos de sus primeros libros Lugar de invocaciones (1977) y La palabra sin reino (1982), que merecían ser convocados por esta edición de Arquitrave. Pero es evidente que aquí está condensada la síntesis de un universo poético que moldea ciertos perfiles de la degradación humana —y ahí están los poemas dedicados a Pier Angeli, a Miroslava y a Jimmy Hendrix— sin dejar de recordarnos que es en los hechos banales donde reside el milagro de la existencia y, por supuesto, de la poesía. Porque si se preguntara a Elkin Restrepo cuál es la misión del poeta en estos tiempos, que siguen siendo tiempos de miseria como han sido todos los tiempos forjadores del poema, él respondería con uno de sus versos: “Dadnos a merecer el paraíso”. Ese paraíso, en su obra, se expresa con una verdad propia de las fábulas: “despertar y saber que estamos vivos”. O dicho de otro modo, ya que Luna blanca es justamente un inventario de estas primordiales certezas: que de lo baldío, del desecho y de la basura que nos rodean también puede brotar el destello.

 

Volver arriba


Todos los derechos reservados. | Imagen y texto © Revista piedepágina