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Revista de Libros
No. 3  l  Abril 2005


 

El tercer nombre de América Latina

DIFERENTES, DESIGUALES, DESCONECTADOS
Néstor García Canclini
(223 p, Gedisa)

Por Jesús Martin Barbero

En la trayectoria del investigador hay trabajos inaugurales y trabajos de recolección y recensión de lo hecho, en los que otea los movimientos que dinamizan (o paralizan) el campo, y las re-ubicaciones de su propio trabajo, para poder seguir hacia delante. El libro que reseño es claramente de los segundos, y es por esa razón que esta reseña va más allá de la mera lectura de ese libro.

Las investigaciones y libros de García Canclini se han constituido estos últimos años en un referente clave de la investigación social latinoamericana. Incluso en un país tan poco lector del pensamiento latinoamericano en ciencias sociales como Colombia, los textos de este autor están notoriamente presentes. Pero, como era de esperarse, ese lugar de preeminencia en el campo intelectual, académico y editorial de la región ha acarreado multiplicidad de controversias y no pocos interesados malentendidos. No se inauguran caminos como los abiertos por Las culturas populares en el capitalismo en el modo de pensar las relaciones entre culturas tradicionales y modernidad; por Culturas híbridas con su profundo replanteamiento del sentido de lo moderno en América Latina desde los patrimonios nacionales a las vanguardias artísticas; o por Consumidores y ciudadanos (1995) atreviéndose a pensar juntas esas dos figuras de lo social tan maniqueamente opuestas por la inmensa mayoría del pensamiento de izquierda, sin verse expuesto no sólo a fuertes polémicas sino a también a los efectos de la inercia mental de la que se alimentan los reverencialismos y las descalificaciones en superlativo. Tanto las polémicas de fondo como los simplismos y las inercias mentales, desde las que se lee con demasiada frecuencia por estas tierras, hallan un fuerte remezón en el libro que reseñamos. Un libro en el que hay al mismo tiempo balance y ajuste de cuentas, reelaboración conceptual y redefinición de posiciones. Y ello tanto con respecto las transformaciones sufridas por dos disciplinas, antropología y sociología, como a las evoluciones e involuciones del sentido de lo latinoamericano .

Más allá de la disparidad en tono y peso de los textos que componen este libro, su ensamblaje y reescritura, desde el doble eje de mapas y miradas, ofrece un apretado panorama de los avances y los impasses de esas disciplinas que continúan obstinadamente separadas y recelosas, disputándose el saber sobre lo social cuando todo en la vida de nuestro países, y del mundo, emborrona y desubica sus fronteras académicas. Y cuando las necesitamos juntas para pensar las multiplicidad de escenarios en los que se juegan cotidianamente la vida nuestras culturas, que es lo que significa para García Canclini interculturalidad. Una categoría con la cual nombrar tanto la densidad de los conflictos y los intercambios que viven las etnias, las regiones y las naciones, como el lugar epistémico desde el cual abarcarlos comprensivamente. Pero interculturalidad nombra también para este autor los nuevos modos como la investigación puede s ervir para devolverle imaginación a la política reinstituyéndola como gestión de la sociedad , pues sólo entonces puede la cultura develar lo que es en última instancia: la cuestión del sentido de la vida en común, esto es, de lo que compartimos como etnia, región o nación.

Pero lo que hace verdaderamente distinto a este libro de la mayoría de lo escrito por García Canclini, es el modo frentero en que se nombran los lugares estratégicos para el avance, justamente en la medida en que ellos son también la fuente de las ideas que mayores complicidades sostuvieron –quizá desde los propios textos del autor- con las polémicas y los malentendidos que esa obra ha suscitado. Especialmente dos. En primer lugar, la confusión de la categoría de hibridación con la idea de una inevitable disolución del núcleo de cada cultura. Y frente a lo cual encontraremos en este libro la asunción explicita y repetida de “aquello que en cada etnia es innegociable e inasimilable” (p.55), y también la de “las diferencias y desigualdades no diluibles en la globalización” (p.100). En segundo lugar, la acusación a los últimos trabajos de García Canclini de una despolitización neutralizadora, como la que lastraría la categoría de ciudadanías culturales, y según lo cual la búsqueda del “reconocimiento formal” (incluso jurídico) de la diferencia se habría convertido en una trampa para las comunidades realmente existentes que antepondrían eso a la lucha contra el empeoramiento de sus condiciones sociales. Esa supuesta despolitización y ese tramposo dualismo, reciben el más contundente mentís a lo largo de todo el libro, y especialmente en su parte más densamente fecunda, aquella en la que se elabora un mapa preciso de las contradicciones que paralizan, o vuelven socialmente inservible, gran parte de la investigación social y las políticas culturales. Que es lo que sucede tanto cuando se pretenden solucionar las indiluibles desigualdades sociales con la sola defensa de la diferencia cultural , como cuando se pretende explicar y satisfacer desde el ámbito socioeconómico la densidad simbólica de los problemas y los derechos culturales. “Para millones, el problema no es mantenerse separados sino ser incluidos, llegar a conectarse sin que se atropelle su diferencia ni se los condene a la desigualdad. Pues en la cultura hay territorios continuos, discontinuos y compartidos” (ps. 53-55). Lo que para el trabajo de los antropólogos se traduce en una nítida toma de posición “algunos antropólogos estamos tan interesados en contribuir a que los grupos marginados se afirmen y desarrollen como a entender las condiciones que reproducen su marginación y valorar las oportunidades interculturales en que los pueblos buscan ser competitivos, intercambiar con otros y convivir” (p.144). Y adelantándose al malentendido entre aquellos para los que la incorporación de la desconexión como forma de exclusión social puede sonar a la búsqueda de una perversa modalidad de inclusión destructora de la diferencia, o a “celebración de la técnica”, se afirma: “Podemos conectarnos con los otros únicamente para obtener información , como lo haríamos con una máquina proveedora de datos. Conocer al otro, en cambio es tratar con su diferencia” (p.194)

El otro tema central de este libro es la hoy indispensable redefinición de lo latinoamericano “como un horizonte donde dejar de ser minorías aisladas y proyectos desconectados” . A ese empeño ha dedicado García Canclini el trabajo recogido en dos libros publicados ambos en el año 2002: Iberoamérica 2002 (OEI/Santillana, México), que recoge su coordinación de una serie estudios encargados por la OEI a especialistas de la región y compartidos en tres seminarios internacionales; y Latinoamericanos buscando lugar en este siglo (Paidos, Buenos Aires). Hay tres rasgos de esa redefinición que me parecen especialmente pertinentes y exigentes. El primero es que en la nueva definición hay que meter no sólo lo que piensan los intelectuales e investigadores y lo que hacen los creadores en toda la diversidad de sus figuras, sino también lo que hoy producen sus editores, distribuidores y vendedores. O sea toda esa espesa intermediación entre creadores y públicos mediante la cual, al mismo tiempo que se ponen a circular los productos culturales se los controla y margina expandiendo unos y asfixiando otros, se los ecualiza y deshuesa, se los uniforma y funcionaliza. El segundo es la impostergable pero ardua introducción de la cuestión de los sujetos (los actores) a la hora de pensar y construir una Latinoamérica verdaderamente intercultural pero en un tiempo en el que todo tiende a su supresión o simulación, y en el que cuentan (cuestan y valen) más los flujos financieros y de las marcas que los desplazamientos de los inmigrantes. Y el tercero es la importancia estratégica que hoy adquiere la explicitación del lugar desde donde se nombra/es nombrada América Latina, y que nada tiene que ver con la semántica, pues de lo que se trata, en últimas, es del lugar político , o sea de las posiciones como modos de relación con América Latina en cuanto espacio cultural y proyecto de emancipación , es decir como utopía.

Y es justamente para re-dotar de sentido político a la utopía que García Canclini sintetiza las apuestas de su libro utilizando el provocador apunte de T.S. Eliot sobre los tres nombres que tienen los gatos: el genérico, el que designa a cada gato, y el que sólo el gato conoce, aplicándolo a América Latina. A captar el nombre génerico es a lo que se ha dedicado buena parte de las ciencias sociales que buscó y sigue buscando nombrar lo que tenemos en común pueblos y naciones tan diversos y dispersos. La antropología especialmente, y también las Humanidades, se han dado la tarea de desentrañar lo que nos diferencia hacia dentro y hacia fuera: lo que nos hace únicos. Y no conforme con esos dos nombres, la corriente del “realismo mágico” ha tratado de penetrar el inconsciente de este “nuevo mundo” para develar su tercer nombre, el secreto , o quizá mejor, el secreto de su nombre, su magia, su misterio. Lo que es aprovechado por el autor para alertarnos lucidamente sobre para qué, en estos oscuros tiempos de fracasos y apocalipsis, podría y debería servirnos ese tercer nombre de América Latina: “no como alternativa cuando lo racional fracasa sino como referencia utópica de los movimientos sociales cuyos efectos rebasan los previstos por las estructuras”, “no en el orden de lo religioso y anticientífico sino en el registro de lo poético y lo político”, “no como recurso mágico para modificar el orden imperante sino como voz excluida que puede revelar algo sobre el orden excluyente” (p.143).

 

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