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Revista de Libros
No. 3 Abril 2005

    

Saul Bellow 1915-2005

Por Nick Currie (a.k.a Momus)

Momus es el nombre artístico de un cantante de rock que lleva hoy en día uno de los blogs más interesantes de la red. Allí mezcla la crónica de sus actividades con comentarios acerca de todo tipo de temas: filosofía, música, sexo, cultura, imagen, Japón, etc. El 6 de abril a las 2:35 AM escribió esta despedida a su escritor favorito.

Tenía quince años cuando mi madre me llevó a la Universidad de McGill a escuchar a Saul Bellow. En esa época mi madre y yo formábamos un club cultural de dos socios, y combatíamos la modorra cultural de un suburbio de Montreal por medio de viajes a películas artísticas y eventos literarios en nuestro Volvo azul oscuro.

Era 1975. Bellow todavía tenía el pelo negro. Acababa de publicar El legado de Humboldt , su relato apenas disfrazado de su relación con el poeta Delmore Schwart, y estaba preparando Jerusalén, ida y vuelta , su recuento no ficticio de varios meses que pasó en Israel. En ese momento yo aún no había leído nada de Bellow, pero bien que lo haría. De hecho, Bellow se convertiría en mi autor norteamericano favorito. En los años ochenta, devoré Herzog , El legado de Humboldt , Dangling Man ( El hombre rodante ) , The La víctima , Seize the Day ( Atrapa el día ) , El diciembre del decano y Jerusalén, ida y vuelta uno tras otro. Después de coqueteos iniciales con la concisión, el existencialismo y la economía poética, Bellow dejó que todo se desbordara y se saliera de su cauce. Sus libros llenaban todo el espacio posible, igual que Estados Unidos. De cada página brotaba el apetito por el lenguaje, y a través de éste, la vida. En El diciembre del decano aparece alguien "con cara rehervida". Un árbol en Dangling Man es "un diagrama de sí mismo".

Bellow en sus libros es sociólogo, charlador, inquisidor escrupuloso de su cultura de adopción (aunque nació en Lachine, justo al lado de Montreal, adoptó a Chicago como su hogar), pintor de frescos históricos, comentador, periodista, comediante sarcástico, poeta fluido... Restaura algo de la urbanidad, de la invención, de la vitalidad y el humor de la novela del siglo XVIII. Es tan conversador y agudo como Lawrence Sterne. Es cosmopolitano e inteligente, atinado y con oído siempre orientado hacia su "iniciador primitivo", la máquina de palabras de su corteza inferior, el poeta instintivo. Al igual que su famoso personaje Herzog, Bellow siempre está al acecho del "cigarro de cinco centavos, la síntesis de cinco centavos" que darían la señal de arranque del significado de los Estados Unidos del siglo XX.

Bellow, Solomon Bellows originalmente, nació en una familia de inmigrantes de origen ruso. Algo de la energía yiddish de Isaac Bashevis Singer está en él, y hay algo de Woody Allen también. Associated Press dice "El narrador clásico de Bellow era un intelectual reconcentrado en sí mismo con un ideal que el autor mismo parece haber forjado durante la Depresión". Como yo también soy un intelectual reconcentrado en mí mismo, caí profundamente bajo la influencia de Bellow durante mis propios "años de depresión", mis veintes iniciales, cuando suponía que me convertiría en novelista. Él fue mi siguiente parada después de Kafka y Brecht. Lo que me parecía valioso en su obra era la ausencia de una división entre los intelectuales y la vida diaria de Estados Unidos que describía. Supongo que el efecto de la Depresión fue super-aplanador:

"Había gente que iba a las bibliotecas y leía libros," - decía Bellow a A.P. en una entrevista de 1997. "Iban a las bibliotecas porque trataban así de calentarse; no tenían calefacción en sus casas. Había mucha energía mental en esos días, estilos muy llamativos. Los rudos trabajadores tenían ideas."

Mis grandes ansiedades de esos días (que a la postre me llevaron a escoger la música pop sobre la literatura como carrera) eran quedar aislado de la masa de la humanidad y de los "objetos". Yo era muy dado a divagar sobre los libros de la escuela "Relaciones de objetos" del psicoanálisis británico - Fairbairn, Guntrip, Klein - para quienes el primer gran objeto era un seno y el segundo el mundo. Bellow parecía corregir mi tendencia natural al esteticismo. Me mostró que un intelectual puede ser apetitosamente mundano, y que el lenguaje usado concreta, inteligente y apasionadamente es un puente hacia la vida, la inclusión, la participación.

Y así, trabajé en novelas que nunca habría de acabar, con títulos bellowianos como La brújula de Pang , o escribí periodismo para la prensa musical bajo el pseudónimo bellowiano "Lee Citrine", o canté en mi Historia completa de los celos sexuales (partes 17 a 24) acerca de los "hombres rodantes con quien sabes que nunca te acostarás...".

Saul Bellow, quien murió ayer agudo como un alfiler y tal vez "sereno", es tal vez lo más cercano que he llegado a tener, en mi vida personal, a un papa. Un papa humanista, un papa cuya iglesia era la vida misma, y la gente, y el mundo. Al igual que los papas, los grandes novelistas en realidad nunca mueren. Sencillamente entran al canon.

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