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Revista de Libros |
No. 12 l Agosto 2007 |
Karla Suárez Libros: Textos en internet: |
Lo que te toca es escribir Por Karla SuárezCómo nacen las historias es siempre un misterio, pero más misterioso aun es cómo nos dejamos llevar por ellas y caemos en la trampa de los personajes que, mientras más pasa el tiempo, más crece mi sospecha de que en realidad son ellos quienes existen y el escritor no es más que una ficción obra de sus mentes, algo necesario para llevar sus vidas al lado de acá, digamos que una especie de médium o de moderno esclavo al servicio de los seres que habitan la verdadera realidad. Los personajes son autoritarios, independientes y caprichosos, al menos así han sido todos con los que me ha tocado lidiar. Por ejemplo en La viajera, mi última novela, la protagonista se llama Circe y es una mujer que viaja por el mundo buscando una ciudad donde detenerse. Soy de esos que no pueden comenzar a escribir hasta que no “escuchan” la voz de los personajes (se ve que ya me asumí médium), pues la tal Circe empezó a hablarme y cada día se fue haciendo más presente hasta que llegó el momento en que consideré que la conocía lo suficiente como para empezar a escribir sobre ella. Y comencé. Tenía claro el inicio de la novela, que es en realidad casi el final de la historia. Luego tenía anotaciones sobre futuros personajes y escenas, algunas ideas y la certeza de que sólo la escritura esclarece lo que va a suceder. Con todo esto partí calculando que no demoraría demasiado en terminar. La primera pausa llegó en el momento en que Circe decidió ir a vivir a México. Circe sale de La Habana hacia São Paulo, dos ciudades que yo conocía y por tanto podía describir, sólo que ella decidió continuar viaje a México, un sitio en el que yo nunca había estado. Entonces me encontré con el problema de cómo describir lo que no conocía y tuve la genial idea de pensar en un cambio de destino, digamos que para ponerme las cosas más fáciles, pero ahí Circe me miró furibunda y dijo: No, yo me voy a México, a ti lo que te toca es escribir. Y me tocó escribir, claro, meses después, porque primero tuve que dedicar tiempo a leer, estudiar mapas de la ciudad, consultar a los amigos que allí viven, ver películas, y todo para que ella, la protagonista, pudiera vivir su historia. Una vez resuelta esta dificultad continué trabajando tranquila, hasta que Circe decidió embarcarse hacia Madrid. En este caso la ciudad no me preocupaba, porque la conozco, el problema vino después. En el primer capítulo Circe aparece en escena con su pequeño niño, su diario de viaje y un bonsái. Un árbol, un libro y un hijo, como dice el proverbio. Esto fue idea mía, pero lo que no imaginé al escribir ese capítulo fue que, llegada a Madrid, Circe se encontraría con el coleccionista de bonsáis quien le regalaría el árbol recién plantado para que ella se ocupara de él. ¡Sorpresa! Yo no tenía la menor idea de qué hacer con un bonsái, pero el coleccionista sí, claro, él lo sabía todo. Otra pausa para adentrarme en el misterioso mundo del coleccionista y, aunque luego le dedicara tan sólo unas líneas a su afición, él me exigía estar a la altura de sus pasiones, porque a mí lo que me tocaba era escribir. De Madrid rumbo a París, donde yo ya tenía organizadas las cosas, sabía con quién se encontraría y qué iba a pasar. Sin embargo, sucedió que una tarde Circe se cruzó con un hombre, un absoluto personaje secundario, según mi idea inicial, pero no según la de ellos. Este tipo en apenas un capítulo logró pasar de ser casi escenografía a ser de los principales. Un revoltoso, un inconforme, eso es lo que era y a mí no me quedó más remedio que seguirle los pasos. Así con todo, cuando terminé la novela descubrí que muy poco había de mis ideas iniciales y, salvo algún esbozo de personaje, la verdadera historia había tenido que descubrirla poco a poco, siguiendo a Circe y sus encuentros. Esto sin hablar de Lucía, la otra protagonista con quien tuve dificultades a causa de nuestras diferencias de opiniones. Porque ellos, los personajes, hacen y dicen lo que quieren, son autónomos y lo peor es que conocen las debilidades de quien escribe y se aprovechan de ellas para vivir sus vidas. Ahora trabajo en una nueva novela, o mejor, vuelvo a dejarme llevar, aunque sinceramente ya no ofrezco resistencia. Los personajes mandan, yo los sigo. Mientras tanto, guardo la secreta esperanza de que alguno de ellos esté escribiendo mi historia. (La viajera, Rocaeditorial, 2005) |