Revista de Libros |
No. 1 Diciembre 2004 |
ENTRE PARÉNTESIS “Poeta y jugador de fútbol americano, Jim O'Bannon acogió en el mismo espíritu la atracción por la fuerza y el anhelo de las cosas delicadas y perecederas”. R. Bolaño, La literatura nazi en América Me da miedo inaugurar mis reseñas hablando de Bolaño. Me da miedo y me emociona, porque Bolaño se ha convertido para mí en una inspiración: el lector y escritor pleno que nunca podré ser. Me da miedo también porque ésta es una revista de reseñas, y Entre paréntesis es un gran compilado de reseñas, comentarios y observaciones sobre literatura y afines, así que de algún modo estoy comentando algo que con seguridad merecería ocupar este espacio más que el texto que usted ahora lee. Entre paréntesis reúne póstumamente los ensayos, artículos y discursos que Roberto Bolaño escribió entre 1998 y 2003, año en el que falleció víctima de una enfermedad del hígado que lo perseguía desde el 92. Bolaño es un narrador singular que explota a fondo la posibilidad de asumir otras voces. Leerlo sin sus máscaras es como escuchar su voz por primera vez desde uno de esos teléfonos públicos en el Paseo Marítimo de Blanes. El que apenas se introduce en su obra no tendrá inconveniente al leer este libro, desprovisto de cualquier referencia profunda a su obra previa; por algo en alguna parte dice que nunca relee lo que ya ha publicado, su religión se lo prohíbe . De todas maneras, aquel que haya leído por lo menos Los detectives salvajes confirmará las raíces de esa mágica afinidad que entonces no lo dejó soltar el libro por un instante. Bolaño era un crítico impasible y directo, dotado de un maravilloso, y no pocas veces incomprendido, sentido del humor (su discurso de Caracas, al recibir el Rómulo Gallegos, es de antología). En sus ensayos arremete contra la nueva literatura argentina, la pobreza de la literatura chilena y de paso un buen pedazo de la latinoamericana; nos recuerda sus pasiones, sus obsesiones, sus viajes, sus amigos; nos sugiere releer a Borges y no perder de vista a Nicanor Parra, y nos permite acceder a su inagotable memoria de lector, que parece haberlo visto todo. Al final del libro, una entrevista realizada poco antes de su muerte nos deja escuchar a un Bolaño que no se rinde pese a la inminencia del fin, que sigue sonriendo. Los que alguna vez lo escucharon dicen que hablaba con un acento extraño, como si no fuera de ninguna parte. Él por su parte se declaraba orgullosamente latinoamericano/catalán. Los años antes de morir trabajaba en la escritura de una novela sobre una serie de misteriosos asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez tentativamente titulada 2666 . Para el día de su muerte, la novela, que está dividida en cinco partes, ya había superado los mil folios. Disfruté la lectura del libro, me hizo reír, me gustó, pero no me gusta saberla parte de una despedida. ¡Yo quería más Bolaño! Más novelas, más libros de cuentos, más Belanos y Limas aventureros y fantasmales, más noches de vigilancia del camping. Pero no, como Arturo Belano, Bolaño nos dejó corriendo, conversando, sonriendo y perdiéndose en la espesura. Por fortuna, aún no he leído todos sus libros, creo que los que me faltan los digeriré lentamente. Compraré 2666 apenas pueda, leeré una página por día, lo terminaré en tres años. No me gustan las despedidas, no me gustan los puntos finales. |