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Revista de Libros
No. 1 Diciembre 2004

Del Director
Moises Melo

¿Es cierto que los colombianos no leen?

Al noreste del golfo de Morrosquillo, en el corregimiento de Rincón del mar, en el municipio de San Onofre hay una ramada que apenas se distingue por ser un poco más grande de las demás casas de techo de palma que forman el pequeño centro de este corregimiento. Lo otro que la hace distinta es que diariamente llegan a ella ochenta de los tres mil habitantes de la vereda, es decir, recibe dos mil cuatrocientas visitas en el mes. Es la biblioteca pública. Tiene dos mil libros que a ese ritmo de visitas serán muy pronto insuficientes, y fue hecha por la comunidad, impulsada por un pequeño grupo de entusiastas. Esos persistentes lectores, como la mayoría de los habitantes de la región, hasta hace muy poco no leían. Ahora lo hacen porque tienen libros a su alcance.

Al otro extremo del país, en Nariño, en una vereda del municipio de Buesaco, en esta ocasión por la dedicación de unas monjas se ha ido formando una de las más insólitas bibliotecas de este país de maravillas. Mientras el promedio de oferta en bibliotecas públicas en Colombia es de algo más de un libro por cada diez habitantes, y en Bogotá, dotada afortunadamente con la Luis Ángel Arango y el conjunto magnífico de la BibloRed uno por cada cinco, en esta apartada vereda hay más libros que habitantes. Han sido largos años de trabajo dedicado para formar la colección de más de ocho mil ejemplares, los mismos años que han visto formarse una comunidad de lectores que poco a poco desborda los límites de la vereda y contagia a sus vecinos. Pero esta comunidad, que en todo lo demás es bien semejante a las otras de la región, se distingue como una comunidad lectora porque tiene libros a su alcance.

En Bogotá, se ha dicho con frecuencia, está una de las dos bibliotecas más visitadas del mundo, la Luis Ángel Arango. Sus nueve mil visitas diarias se explicaban porque en la práctica eran casi la única oferta de biblioteca pública en la ciudad. Pero se construyeron las tres grandes bibliotecas del Distrito, se modernizó y fortaleció el conjunto de pequeñas y medianas bibliotecas de la red. Con esto se sumaron trece mil nuevos lectores cada día, la biblioteca del Tunal llegó a ser una de las veinte más visitadas del mundo y la Luis Ángel mantuvo su clientela. El número de lectores creció a medida que aumentó la oferta de libros y lugares para la lectura.

Hoy el Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá está publicando cada mes, en colaboración con la Secretaría de Educación, sesenta mil ejemplares de un pequeño libro que circula gratuitamente, sobre todo en las escuelas públicas. En pocos días se inicia el experimente de ofrecerlo, en préstamo gratuito, en las estaciones de Trasmilenio. Allí estarán para que, sin ningún requisito, los tomen quienes estén interesados y lo lean durante el viaje o incluso lo lleven a su casa para terminarlo y, ojalá, devolverlo para que otro pasajero pueda también disfrutar de su lectura. Es muy temprano para ver los efectos de estas acciones, como lo es para medir el impacto de las trescientas cincuenta bibliotecas que entre el año pasado y este ha dotado el ministerio de cultura en pequeñas poblaciones regadas por toda la geografía nacional, o para evaluar el resultado de su campaña nacional de lectura “Leer libera” que apunta a enriquecerse con nuevos programas el próximo año.

Es verdad que la mayoría de los colombianos leen poco, pero también es cierto que el número de los que lo hacen está creciendo como están creciendo las oportunidades de acceso al libro.

¿Qué leer?

Para viejos y nuevos lectores queda todavía la dificultad de elegir entre la abrumadora oferta. Algunos escasos libros reciben por distintas razones mucha atención de los medios y en corto tiempo la información llega a muchas personas y despierta su interés produciendo best-sellers inmediatos. Un contagio mucho más lento, de boca en boca, lleva otras obras a un número grande de lectores.

Muy pocos de los más de seis mil títulos nuevos que se publican en Colombia y de los innumerables que se importan cada año tiene esta suerte. ¿Cuáles son los medios que registran o reseñan siquiera una pequeña fracción de esta avalancha de oportunidades de lectura? Muchos libros excelentes se pierden sin que sus potenciales destinatarios se enteren siquiera de que aparecieron.

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