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No. 10  l  Diciembre 2006

Milo Manara

Por Santiago Rueda

Todas las fantasías que Henry Miller pudo haber tenido con la Venus, la Primavera y las Tres Gracias de Boticelli, las ha dibujado Milo Manara. Nacido en 1945 en Bolzano, Italia, Manara es uno de los dibujantes más refinados y exquisitos en la historia del cómic. Su obra es un continuo homenaje a la belleza clásica y a la vida a fines del siglo XX.

Colaborador de Fellini y Almodóvar en diferentes proyectos, este maestro en trazar la figuración del deseo, es heredero directo del cómic adulto francés (Barbarella, Jodelle, Pravda) que surge en los años 60.

Hijo de Mayo 68 (de hecho perteneció a una organización maoísta en Venecia en esos años), Manara no es Godard. Aunque la lucha de clases, la represión política, la violencia y el poder aparecen en toda su obra, para el dibujante italiano el camino de la liberación es el placer asociado al sexo. Todo orden social, toda estructura política son repetidamente derrotados por la celebración sensual, que es en esencia puro gasto y lujo, opuestos a una mentalidad que quiere hallar valor económico en todo y que choca con el exceso, el sacrifico, el ritual y el desperdicio como potencias que no puede reducir y aprovechar.

El Click, una de sus más leídas obras (1983), es la historia de una joven cuyo deseo sexual puede ser activado mediante un control remoto, induciéndole una serie de inesperados y no siempre afortunados encuentros. A la manera de North by Northwest de Hitchcock, los lugares y acontecimientos más inesperados se suceden e intercalan en una trama policiaca, que en este caso no es guiada por el afán de aclarar un crimen sino por el ritmo de la pulsión erótica.
El Click es uno de los libros más extensos de un autor cuya obra total es una verdadera máquina del tiempo. Tanto en El Rey Mono, una historia mitológica, como en El Gaucho –con guión de Hugo Pratt– o en Verano indio –sobre la colonización de Nueva Inglaterra–, hombres inocentes y mujeres arrolladoras subvierten la historia de los historiadores, la narrativa y las imágenes del cómic tradicional para verse envueltos en una constante carnavalización de los órdenes sociales.

Quizá esa sea la reflexión que está detrás de estas historias, quizá no. De todas formas, Milo Manara será recordado como uno de los más exquisitos artistas en Occidente, que desnudó al cuerpo y abrió el sexo para su (nuestro) disfrute después de cientos de años de penosa represión.

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