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No. 10  l  Diciembre 2006

Boogie el aceitoso
Fontanarrosa
(Ediciones La Rosa)

Por Santiago Rueda

Publicado originalmente por la revista Hortensia en 1972, Boogie el Aceitoso, más que una parodia de Clint Eastwood en su papel de Harry el sucio, es el homenaje que Roberto Fontanarrosa hace a las películas de Sergio Leone –que lanzaron al propio Eastwood-, al cine italo americano de Martin Scorsese, Brian de Palma, Sidney Lumet, Ford Coppola y obviamente, a la ciudad de Nueva York. Como estos cineastas, Fontanarrosa creó un personaje amoral para comentar críticamente el egoísmo, el afán de lucro, la violencia institucionalizada y la corrupción moral de toda la sociedad. En un contexto amplio Boogie puede ser visto como parte de una visión europea e italiana de la sociedad americana –en el Norte y en el Sur-.

Fumador en cadena, republicano extremo, expulsado de West Point por derechista, estudiante de la Escuela de las Américas, asesino a sueldo y mercenario, Boogie representa todos los rasgos detestables de la política exterior norteamericana. Este matón gigantesco desayuna con su abuela, quien le da una ingente cantidad de jugo de naranja, huevos, café, tocino, cereales, waffles, pancakes y syrup. Cuando ésta lo despide preocupada y le dice “Cuídate Hijo” Boogie le responde: “Preocúpate tu por la forma americana de vivir abuela, yo me preocupo por la forma americana de morir”.

A pesar de su brutalidad, Boogie tiene el encanto que solo los buenos malos-malos tienen. En la tradición del cine negro, empresarios de doble moral, militares, apostadores endeudados, matones, delincuentes callejeros, veteranos de guerra, policías de narcóticos, estrellas de cabaret, mujeres con el corazón destrozado, alternan con un personaje cuyo humor negro, sentido práctico y su cinismo le hacen irresistible. Imperturbable y siempre bien librado de cualquier situación, el personaje de Fontanarrosa tiene más en común con Terminator que con Leon, el perfecto asesino de Luc Besson, y es que incluso físicamente, Boogie parece haber inspirado al personaje que hiciera famoso al actual gobernador de California.

En los años 80, Boogie abandona su escenario natural, las calles de Nueva York y trabaja como asesor de la Contra nicaragüense en la frontera hondureña. No es difícil imaginarlo hoy en día como asesor militar en Irak ó haciendo sumas y restas con la DEA y los narcotraficantes de nuestra región.

En Colombia, El Tiempo publicó hace dos décadas los episodios semanales de El Aceitoso hasta que salió bajo la presión de ciertos lectores indignados ante las palizas y los tiroteos - todas las cosas que se veían y se ven en TV- de las páginas de Fontanarrosa, para eventualmente ser reemplazado por Calvin y Hobbes. Hoy en día, después de una década de los Simpson, South Park y algunos episodios de La casa de los dibujos , es difícil imaginar que Boogie escandalice a alguien.

Quienes le conocimos en el contexto local no podemos olvidar la fuerte sensación de novedad, la evidente ironía de cada una de sus acciones, incluso las más violentas, y la evidente calidad visual de la tira. Casi cuadro a cuadro, semana a semana, los seguidores de Boogie pudimos atestiguar la evolución de un dibujante casi autodidacta, pero con un talento dinámico y atento a efectos cinematográficos. Puede decirse que Fontanarrosa aprendió a dibujar yendo a cine. En todo su trabajo se nota una economía formal que parece tratar de no complicar al autor con decisiones que le puedan comprometer a salir mal librado, y aún hoy en día resulta sorprendente el constatar que esa cantidad mínima de elementos son los que sostienen y estructuran la narrativa. Fontanarrosa ha hecho de sus limitaciones, virtudes.

Junto al super héroe Sperman y al gaucho Inodoro Pereyra y su perro Mendieta, Boogie completa el trío de personajes gráficos que Fontanarrosa desarrolló durante las últimas tres décadas. Aparentemente ninguno de los tres sobrevive ó se encuentran en un silencio temporal. En el caso de Boogie, es probable que se encuentre en un tranquilo retiro en un rancho en Kansas, acompañado por sus armas como lo hiciera William S. Burroughs en sus últimos años.

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